En Sevilla, una tarde de agosto,
-nunca tanto silencio en la plaza de toros-
sólo el golpe del viento restalla en la bandera
y el roce de los cuernos en la tersa muleta.
Intensidad de unos segundos, temblor de magia,
-verónicas, chicuelinas, adornos, naturales-
el resol de la tarde cayendo, oro viejo de piedra y arena.
Perfección impecable en el arte más frágil,
viva belleza, hoy mustia en la memoria,
el traje verde claro, silencio y sol poniente,
el aire transparente dibujando de luz
el capote en las manos de Antonio Bienvenida
Juan Luis Panero
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