lunes, 14 de octubre de 2013

POEMAS DE LUIS CASTRO PÉREZ

FIESTA CONTRADICTORIA
¡Esta es la fiesta de la luz y sombra,
donde la muerte destinada al bruto,
de vez en cuando distribuye luto
u otorga fama en colosal alfombra!
¡Esta es la fiesta que en caudal asombra,
por artístico o bárbaro atributo,
al que disfruta su arte en absoluto,
o al que "Salvaje" con horror la nombra!
¡Esta es la fiesta alóctona y lucida,
por arte y salvajismo recubierta,
tan asesina y cruel... como suicida!
Contradictoriamente descubierta,
pues mientras lleve muerte... ¡Tiene vida!
y por la vida se le anhela muerta!

A MAURICIO PORTILLO
En la arena de pálido amarillo,
de fiesta o de tragedia presentida,
con rara suavidad amodorrida
serenamente abrió su capotillo.
Buscando herir el fúrico novillo
hallóse una muleta convertida
en un ¡olé! de gente conmovida
cuando la espada atravesó el morrillo.
Aquella angustia en fiesta resumida,
aromó con inciensos el anillo
cuando la bestia falleció vencida.
¡Y del laurel que reflejó su brillo,
o de la muerte que le dio más vida,
surgió un torero colosal... Portillo!
II
Al son del Pasodoble, el paseillo
nuevamente le da la bienvenida;
y librará otra vez la acometida
en una suerte trágica y con brillo.
¡Ahora ya es un toro, no un novillo,
que va y que viene en lúdica embestida,
y que en complicidad inadvertida
le otorga glorias en ritual sencillo!
La muerte, en sus pitones contenida,
se diluye, cual frágil confitillo,
en la esencia torera despedida.
¡Y del laurel que reflejó su brillo,
o de la muerte que le dio más vida,
surgió un torero colosal... Portillo!

FRANCISCO DODDOLI
Mira la tarde con su sol radiante
aquel enfrentamiento espeluznante,
donde uno de los dos dará su vida:
El bruto con su fuerza impresionante,
o Paco, decisión incontenida,
en el ritual morboso que divierte
mientras sucede cada acometida.
Cuando se yergue Dóddoli, se advierte
que está citando estático a la muerte.
Para esquivarla, su muleta traza
un pase largo cuando la desplaza;
tan largo... de tan largo que parece
concluirlo hasta afuera de la plaza.
Un pase largo y lento que estremece
¡bravura y temple en rara sinfonía!
tan lento... de tan lento que parece
su pase, más que práctica, teoría,
sin prisa concluirlo hasta otro día.
Cuando la muerte en la reunión postrera,
el desenlace inaplazable espera
porque uno de los dos dará su vida,
al encontrarse Paco con la fiera
rasga la carne un volapié suicida,
sobre aquellas arenas amarillas,
quedando la fortuna repartida:
¡Honor para el que lleva zapatillas!
¡Para la fiera... el tiro de mulillas!

PASEILLO
Era un preludio de total vacío
y un profundo silencio quebrantado
por solemne susurro, prolongado,
que ha llenado despacio el graderío.
Rumores de esperanza del gentío
atraviesan el Éter azulado,
en tanto el escenario inmaculado
su arena ofrece al bravo desafío.
¡Suena el clarín, agudo, inexorable,
y la cuadrilla emerge del pasillo
con gesto altivo y ánimo indomable!
Y al grito del ¡Olé! ronco y sencillo,
con el "Cielo Andaluz" irremplazable,
¡Se ha iniciado fastuoso el paseillo!

LA CHICUELINA
Salió sangrando con fluidez el toro
de aquel brutal encuentro desplaciente:
sus cornadas al peto solamente
dejáronle al morrillo un deterioro.
De nuevo se encontraron en el foro
los dos protagonistas, frente a frente:
¡La fúrica pujanza contundente!
¡Y el bizarro que viste seda y oro!
Apenas un espacio... y un respiro...
cuando una voz se escucha que conmina
a que ataque, poniéndosele a tiro.
... Y de aquella embestida repentina,
sólo quedó, con displicente giro,
¡Delicada y fugaz... la Chicuelina!

LA GAONERA
El capote a su espalda y quieto, quieto,
con el ¡olé! que a la aquiescencia alude,
la muerte enfrenta y plástico la elude,
exhibiendo su artístico secreto.
Regresa el toro, que aceptando el reto,
de nueva cuenta hacia el capote acude,
cuando un orgasmo de emoción sacude,
mirando el cuadro que conforma el dueto.
Y en un profundo desmayar del brazo,
vuelto el trance en vibrante Gaonera,
¡Se abrió el capote concediendo el paso!
¡Quite hermoso que nadie detuviera,
que nada pudo interrumpir, si acaso
la redonda y volatil revolera!
Índice general
inicio
LA VERÓNICA
Correteando y huyendo de la muerte,
sin saber que la porta en sus puñales,
el toro, que al salir de los corrales,
embiste resoplando a cuanto advierte.
¡De pronto... transformada en una suerte,
una seda de vuelos magistrales,
en languidez sus ímpetus bestiales
al darle bienvenida, los convierte!
Era un perfil sereno, inamovible,
que al abrir su capote inmarcesible,
realizó delicada la Verónica.
Y ese juego de brazos y cintura,
¡Jamás lo reprodujo una pintura!
¡Y menos, ya después, ninguna crónica!
SEGUNDO TERCIO
Paso a paso,
de puntitas muy andando
va citando,
con el ritmo zigzagueante
de gigante.
Y un ballet tan femeninamente macho
rasga fausto y vivaracho
el silencio tan sonoro,
mientras gira
y se escucha el ¡ája, toro!
¡mira, mira!
Con la bárbara lujuria
de la muerte que en su furia
compromete,
¡arremete
contestando al desafío entre comillas:
o le clavan banderillas
o si yerra
sus pitones él entierra!
Una incógnita al ambiente
merodea. Gambetea...
¡De repente,
donde el arte huele a muerte,
o donde ésta vierte y vierte
los efluvios de hábil arte,
donde el arte con la muerte
se confunden,
ya se le hunden
dos arpones en la piel!
Cuando aquél
que apenitas se sostiene
con las flacas puntas de sus Zapatillas,
¡Ha quedado
consumado
ese par de banderillas!

TU TORITO DE REGALO
La corrida está anunciada,
¡qué cartel impresionante!
tú como primera espada,
tú y nomás tú por delante
y ningún otro alternante.
La verdad no me interesa
si los toros del cartel
son de tal o cual dehesa,
ni si embisten con nobleza,
ni su hierro de la piel.
Que si no estoy anunciado
porque me tengan por malo,
no me vuelve renegado
el estar entorilado
como toro de regalo.
Y aunque fuera de reserva
que mi casta es de la buena,
mi bravura se conserva
y quiero estar en tu arena
para que me hagas faena.
Lo que quiero mi torera
es salir de este toril
darte mi embestida fiera,
una embestida siquiera,
que digo una, sino mil.
Quizá sólo Dios lo sabe
que mi intención en tu ruedo
es embestirte tan suave
que sientas que soy un ave
en vez de que tengas miedo.
No me dejes encerrado
en este toril oscuro
aunque yo no esté anunciado;
verás que seré indultado
por mi madre te lo juro
Te daré cada embestida
para que conmigo cuajes
la faena de tu vida,
que te arrimes y te fajes
como pintando paisajes.
Seré tu toro soñado,
el que se torea dormido
por noble y acompasado,
aunque nomás haya sido
ese toro regalado.
Yo envolveré la esclavina
con embestida amorosa
para que tu chicuelina
enloquezca la retina
y allí florezca una rosa.
Si los otros del encierro
te llenaron de cornadas
yo al embestirte no yerro
que cambiaré tus cortadas
por caricias delicadas.
Cuando estés con otro toro
allí en tu mente conserva
que puede haber un tesoro
en los toriles, te imploro,
aunque nomás sea el reserva.
Cuántas veces en la vida
el encierro sale malo
sin una buena embestida,
y el mejor de la corrida
es el toro de regalo.
Regala un toro, regala,
que te saldrá como añoras,
ándale, no seas mala.
No lo dejes tantas horas
encerrado sin auroras.

TORITO DE BUEN ENCASTE
Torito de buen encaste
que vives por la barranca,
¿por qué llevas en el anca
la marca que hace contraste
quemada con tinta blanca?
Hierro de ganadería
que desde que eras becerro
te distingue allá en el cerro
por ser de sangre bravía
y parte de un buen encierro.
Que mientras crecen tus astas
presumes en tu costado
la marca de quien te ha criado,
de quien te dio donde pastas
y quien te rinde cuidado.
Destino parecería,
pues mira que coincidente
que no es a ti solamente
a quien te herró cierto día
con ese fuego candente.
A mí también me marcó
con otro fuego quemante,
por siempre mi acompañante
que todo el cuerpo abarcó
como se marca un amante.
A ti con la luz febea,
entre polvoso sendero
te bajó desde el otero
sin que tuvieras idea
para entrar al tentadero.
Incienso de tu pelaje
a los dioses ofrecido,
mientras estabas caído
se fue a perder al paisaje
el llanto de tu bramido.
Herrado quedado habías
en esa tarde de fiesta,
ya listo para la gesta
que en ya no lejanos días
tu casta lo manifiesta.
A mí con ningún cabestro
entre la sombra de pino
me arrearon a lo taurino:
yo en amoroso secuestro
fui herrado sobre el camino.
Caminos de atardeceres
de noches con una estrella,
con tanta ilusión por ella,
bendita entre las mujeres
la hermosa mujer aquella.
Sin puertas y sin corrales,
sin tentaderos ni lazos,
le bastaron los ocasos
de unas tardes autumnales
para marcarme en sus brazos.
A mí también me dolió,
lo sabe bien el celaje,
el cariñoso tatuaje
que a mí en el alma dejó,
no como a ti en el pelaje.
Ay, cómo su hierro mata,
cómo duele haber quedado
para siempre ya marcado;
si a ti el pelaje te ornata,
a mí el haberme dejado.
A mí no me cicatriza.
Tú ya ni te acuerdas de esa.
A mí el corazón atraviesa.
A ti hasta te inmortaliza.
Aún yo la llevo impresa.
Torito, qué diferencia
cuando luzcas orgulloso
tu hierro al salir al coso,
señal de tu descendencia
que hará tu nombre famoso.
Que yo callado en mi llanto,
llanto de melancolía,
recitando mi elegía
llevaré hasta el camposanto
su marca en el alma mía.

MORANTE DE LA PUEBLA
La mística oración de tu capote,
como incienso ofrecido desde el ara
en la devota suerte que se encara
al peligro mortal, sin que se note.
Haces que a tu verónica le brote
sacramental liturgia que enmascara
la belleza divina que se aliara
a tu macho ritual de sacerdote.
En tu templo de arenas y batalla
conmina al feligrés a que te cante
como catarsis el ¡olé! que estalla.
Barbilla al pecho, misticismo andante,
que el que quisiera remedar tu talla
solamente que fuera ¡Muy Morante!

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