El popular
torero de los cantares,
de talle
de palmera y ojos de moro,

todo
resplandeciente de seda y oro
bajo los
refulgentes rayos solares,
con su muleta barre los costillares
mientras
Sevilla entera aplaude en coro,
y airando
se revuelve, bramando, el toro
rozando
con sus astas los alamares.
Liada la
muleta tiene Reverte
y enfilado
el estoque para dar muerte
y tender a
sus plantas a su enemigo…
Y,
rasgando el silencio, de pronto, suena
una voz
femenina, rota de pena:
¡No te
tires Reverte, vente conmigo!
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