jueves, 5 de julio de 2012

EN LA TARDE

Dos puñales, el uno corta el aire
el otro lleva en su punta un lamento;
un terror seco que prende en las luces,
los alamares esconden sus flecos.
De rojo vida se viste la tarde,
de luto tétrico se cubre el cielo.



Dos puñales, sólo, cortan el viento,
el uno, ya de rojo, con su trofeo,
da una pavorosa vuelta al ruedo,
cambia los bravos y olés, por miedo
y provocando a los muy valientes
les dice: aquí, sí, aquí abajo os espero.

Dos puñales, dos facas asesinas,
la diestra, de rojo, con la vida
prendida en su color negro carbón,
la otra pide lucir, también, sangre,
no quiere ser menos su pitón.

Dos puñales, un ¡ay!, un lamento,
unas lágrimas en el callejón,
en el tendido gris, mucho miedo
y en la tarde que cae de bruces
por andanadas y tendidos yertos.

Pálida, la luna,  viste de luto,
por los apesadumbrados oteros
y la noche cruel susurra llantos
por un quijote torero, muerto.
                          
                                                                       Pablo

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