Capote de maravilla,
una bulería al aire,
un compás en el albero,
¡qué sé yo!, cuando Morante
torea, mil filigranas
sobre el oro del ruedo
y en mi voz, sólo: ¡torero!
El morlaco, en tus manos,
es preciosa arcilla
que te hace noble alfarero
de un sueño profundo y efímero
que atrapa mis sentidos
en tu paisaje eterno.
Pablo
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