martes, 2 de abril de 2013

LA MUERTE DEL TORO BRAVO EN EL CAMPO

Esta mañana se ha muerto,
bajo aquel lentisco grande
que da al camino del soto,
el toro que en los "mimbrales"
tropezaron los vaqueros,
casi sin vida, ayer tarde.
                                                                         
¡Qué poco se defendía
el toro en aquel instante!

Murió cabizbajo y lento,
lleno el pelo de cachambre,
llena de espuma la boca,
sin fuerza para oxearse
las moscas que le cercaban
entonando funerales.

El chiquillo del vaquero,
sorprendido en aquel trance,
le observaba temeroso;
le miraba, sin osarse
a poner su pie de niño
sobre el monstruo agonizante.

Pero el toro le llamaba
en su lenguaje.

No eran sus ojos de fiera,
no eran los que fueron antes;
eran claros como linfas
plateadas de un estanque.
Estaba allí, prisionera,
toda la luz del paisaje,
con campanillas de mayo,
con adelfas, con jarales;
y el niño allí quietecito,
en la pupila expirante,
temblando como en el agua
tiembla la cara al mirarse.

¡Qué pena me daba el toro
bajo aquel lentisco grande!
Sarcófago montaraz,
sin epitafios ni mármoles.
 
Manuel Barbadillo
Sin un corro de caballos
sobre la arena sangrantes;
sin chaquetillas de luces;
sin banderillas de encajes;
sin la figura dorada
del espada allí delante;
sin sentir, entre el estruendo
de las mulillas que parten,
la ovación de los tendidos
cuando se inicia el arrastre .....

¡Qué pena me daba el toro,
muerto en el campo, sin nadie!

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